LA MÍTICA COSECHA DEL 73
Una añada legendaria. Equilibrada, de gran finura, elegante como pocas…Un prodigio de la naturaleza. Fue el año que me vio nacer, no podía ser de otra forma.
Esta semana he quedado con mis amigas del colegio. Todas de la misma épica cosecha. Muy distintas en muchos aspectos pero con una adolescencia en común. Hemos compartido una edad del pavo que ya quisieran las tecnológicas generaciones de ahora: las traumáticas clases de atletismo, los vaqueros Liberto, las canciones de Modestia Aparte, los kilos de maquillaje naranja para ir a Jácara y el inefable vodka con kiwi con el que empezamos a beber (me estremezco al recordar esto último). Me conocen de siempre, con mis brotes de acné, mis inseguridades a flor de piel, mis estilismos de los 80 (ostras Pedrín) y hemos compartido horas de teléfono (tipo góndola, de los clavados a la pared) que no llegaban a ninguna parte.
Cada una ha seguido una senda profesional muy diferente pero exitosa. Todas nos sentimos bastante afortunadas. La gran mayoría tiene hijos de edades similares. Y a todas nos gusta el vino, aspecto que nos honra y une a la vez.
El otro día hablábamos de lo difícil que es la conciliación familiar. Los horarios, el stress, la supuesta satisfacción laboral y su incompatibilidad con el rol de madre que debe supervisar las cenas y deberes de sus crías. Pero es lo que nos ha tocado vivir en esta era. En mi caso el consumo selectivo y moderado de vino, me ayuda a superar el ritmo cotidiano.
También hablamos de lo bonito que sería ganar un pellizco millonario a la lotería. Millonario de verdad. Seguro que facilitaría en gran medida la vida familiar. O no. Pero sí unas decadentes, fabulosas, archilujosas y exóticas vacaciones juntas…
Por todo lo que hemos vivido hasta el momento, lo que nos queda por vivir y lo poco que en el fondo hemos cambiado, querría proponer un brindis. Para ello, nada mejor que uno de mis champagnes preferidos: André Clouet Grande Reserve. Elaborado a base de uva pinot noir 100%, es un champagne de pequeño productor con una potencia y armonía fantásticas. Te llena el paladar y a la vez te acaricia. Su burbuja, sutil pero juguetona, hace maravillas con mi cerebro. Y como buen espumoso, marida con todo lo que se le ponga por delante, aunque yo lo resumo en “champagne helado, jamón sudado”.
¡Chicas, por vosotras y por el siguiente viaje que hagamos, ya sea a las Seychelles si los astros nos sonríen o a un destino nacional costero si nos quedamos con la mera ilusión!
Tags: añada 73 blog loreto herrero