Se acerca mayo, el mes de las flores, del puente de Madrid… y de las fastuosas comuniones de hoy en día.
Algo ha cambiado el tema. La mía la recuerdo perfectamente. Un vestido emperifollado que me hizo sentir princesa Disney, peinado especial (no recomiendo a nadie dormir con los rulos puestos), mucha familia, cero niños de mi edad y montones de comida. Lo mejor, el reloj digital (la primera vez que veía uno de mi tamaño) y la cámara de fotos Instamatic (esa que hacía clac para cargarse). Qué horror de fotógrafa he salido. Ya desde entonces se veía que tengo el mismo ojo tras el objetivo que la oveja Dolly…
Como madre de niños en edad de recibir su Primera Comunión, me veo algo desbordada. Lo que veo es que ahora son ellos los que mandan. Montones de niños invitados para que se entretengan, animación infantil a precio de musical estrella de Broadway, una pseudo lista de bodas para los regalos y menú equiparable a un enlace de postín. Vamos, que claramente he nacido en el siglo equivocado.
La parte buena es que también los padres hemos cambiado. Si los medios lo permiten, ahora se invita también a los amigos con sus hijos (para dar color y poder presumir de animación, insisto) y es una ocasión como otra cualquiera para pegarse un homenaje español comiendo y bebiendo. Y esta parte siempre me ha encantado…
Y, ¿alguien se acuerda de los recordatorios de Comunión? (valga la ironía)… Esas tarjetas labradas con tu nombre y la fecha. Yo recuerdo una con un carnero, otra con un cáliz y otra de floripondios. Todo muy fino, con mucho dorado y letra en cursiva. Una monada. Pero esto sí que ha pasado a mejor vida. Ahora se imprime en casa con un Photoshop o como mucho se imprime una fotillo del niño. Como ya he relatado mis vaivenes con la fotografía, he aquí la solución que he encontrado para que mis invitados se vayan satisfechos y acordándose (para bien) de los padres del comunionante: regalar accesorios para el vino.
Todo el mundo bebe vino. Y sino, debería, porque es sano y alegre. Por lo tanto, un pequeño detalle en forma de escanciador, cortacápsulas, tapón de vacío o marcador de vaso debería hacer las delicias del invitado más exigente. Yo no tengo bandejas de Ferrero Rocher, yo tengo bandejas de cacharritos para el vino. Ya quisiera el embajador… Ese detalle no va a engrosar mucho el monto total del evento pero sí va a dejar un magnífico sabor de boca (nunca mejor dicho) en los asistentes, que tendrán cientos de ocasiones para agradecer a los anfitriones su gran gesto y buen gusto.
Y ya que estoy inspirada, ¿qué tal si reparto corchos firmados por el crío con la fecha como recuerdo emotivo? Bueno, emotivo para mí, sobre todo, que me habré tenido que beber unas cuantas botellas para lograr reunir el número de tapones necesario para tener un corcho por adulto. Y si hace falta, para los muchos niños también habrá corcho. Ningún sacrificio es suficiente por un hijo… ¿Alguno se apunta a ayudarme en esta gesta? Tengo sólo hasta el 23 de mayo…
Voy a comenzar con el reto, que se me echa el tiempo encima…
