En ocasiones quiero ser china…
A mí a española no me gana nadie. Bien orgullosa que estoy de nuestra forma de vida y riqueza cultural. Siglos de buen clima y generaciones de gente con carácter abierto han permeado en mi persona. Necesito el sol más que el comer y si me dejan suelta en una habitación llena de nórdicos, se me nota a la legua de dónde soy (y no tiene nada que ver con mi aspecto físico).
Pero ahora que empieza el calor, hay una cosita de ser española que me mata: no sabemos beber rosado. Es una realidad. El resto del mundo nos lleva años de delantera y se lo tenían callado. Y es que el rosé (perdonad, pero así dicho suena mucho más fino) enamora.
Ya no es sólo que el rosé sea peligrosamente fácil de beber y equilibrado, es que además las botellas están cuidadísimas. Pequeñas obras de arte que, cuando se sirven en una copa, cambian tu humor en el acto. ¿Se puede pedir más?
Pues te digo yo, si hago una encuesta entre mi vasto círculo de amigas, mujeres tremendamente atractivas con inquietud cultural e intelectual, viajadas y leídas… No hay ni tres (incluyéndome a mí) que beban rosado, rosé o clarete de forma habitual. ¿Pero qué nos pasa?.
He leído que las mujeres de negocio chinas no perdonan un rosé en el aperitivo. Están tirando de su consumo de forma alucinante. Pues me vais a perdonar, pero en ocasiones ahora quiero ser china. Pensándolo bien, también francesa o americana. Éstas últimas no necesitan siquiera aperitivos ni ser mujeres de negocio. Sólo estar vivas para querer abrirse un rosé. ¡Pues como debe ser!
Mujeres españolas de buen ver, aquí mi reivindicación femenina de primavera. BEBED ROSADO. El rosé está de moda, y por una vez es una moda que no duele como los tacones, no es incómoda como la ropa ajustada y sienta bien a todas porque te achispa con su acidez natural y su alegría. Y el color es taaan bonito. Super chic. Flores y fruta bailan en tu boca y te hablan de noches de verano, de viajes por hacer y de sueños al alcance de la mano.
Ah, se me olvidaba. Hombres españoles de buen ver, la igualdad es lo primero: ¡bebed rosé vosotros también!